El masaje circulatorio es el que se efectúa para favorecer y activar el riego sanguíneo, ayudando a la eliminación de toxinas y mejorando el intercambio de gases y nutrientes. Mejora el retorno venoso del cuerpo, mediante maniobras ascendentes desde el pie en dirección al corazón.
Actúa directamente, a través de un efecto mecánico por medio de maniobras que se realizan sobre los vasos, e indirectamente, por estimulación de las terminaciones neuromotoras de los vasos.
La aplicación del masaje sobre el sistema circulatorio va a influir en la intensificación del reflujo linfático y sanguíneo desde la zona trabajada, así como en la ampliación de la red periférica arterial, lo cual aumenta el flujo sanguíneo arterial y activa la circulación general, de forma que se establece una nueva distribución de la sangre desde los órganos internos hacia los músculos y piel.
La sangre redistribuida, provoca un incremento de temperatura local, calentando los tejidos y transformando su estado físico y químico. Además, el aumento de temperatura se va a extender también a otras zonas alejadas gracias a las relaciones entre los receptores.
Por otra parte, el masaje actúa sobre la sangre aumentando el número de glóbulos rojos en el organismo, de modo que será adecuado en casos de anemia.
En definitiva, el masaje circulatorio tiene una acción directa a nivel arterial, venoso y linfático.
Los efectos de este tratamiento traen un gran alivio en las extremidades inferiores debido a que la pesadez va desapareciendo, baja la hinchazón, se disuelven los edemas y como consecuencia el dolor va disminuyendo también. Por eso es imprescindible en piernas cansadas, hinchadas, con acumulación de grasa, retención de líquidos, etc.. Si a esto le sumamos un peso adecuado y una actividad física más activa, vamos por buen camino.